Comúnmente escuchamos las palabras "perdonar" y "reconciliar" juntas, ya sea porque se utilizan como sinónimos o porque se considera que al perdonar, debes reconciliarte con la otra persona.
Pues bien, el término "perdonar" hace referencia a remitir de la deuda, ofensa, falta, delito u otra cosa; mientras que el término "reconciliar" se refiere a volver a las amistades, o atraer y acordar los ánimos desunidos, según la Real Academia Española.
Lo anterior indica que no son sinónimos, ni deben ir de la mano. Perdonar no implica reconciliarse con el ofensor. Perdonar implica ser capaz de no guardar rencores, resentimientos ni rabias a pesar del dolor generado, y es algo que todos deberíamos hacer. Sin embargo, esto no nos obliga a "volver a las amistades" o volver a unirnos con dicho ofensor cuando sabemos que existe riesgo físico, psicológico o moral y que eso podría generarnos más daño.
A modo de ejemplo, el Papa Juan Pablo II fue víctima de un atentado en 1981, en el que un ciudadano turco le disparó en varias oportunidades. En 1983, el Papa se reunió con él en la cárcel, le perdonó y pidió oración por él. Sin embargo, no lo sacó de prisión. Este caso ilustra cómo se debe perdonar siempre, pero no siempre reconciliarse o hacer de cuenta que nada pasó.
Otros casos en los que no es posible una reconciliación (pero sí perdón) es el de una persona maltratada o abusada física, verbal o psicológicamente por su pareja, o hijos maltratados por sus padres, o cuando nos enfrentamos a lo que hoy se denominan "personas tóxicas" o manipuladoras.
Fuera de estos casos en donde el peligro persiste, deberíamos hacer un gran esfuerzo por reconciliarnos con las personas a quienes hemos ofendido y a quienes nos han ofendido, y en cualquier caso, perdonar.
Psi. Alexandra Guzmán
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